El Estadio Bicentenario de La Florida fue el escenario de un momento que quedará grabado en la historia del fútbol femenino chileno. En un partido amistoso contra Argentina, Camila Sáez alcanzó un hito monumental: se convirtió en la tercera jugadora con más partidos en la historia de la selección chilena femenina.
Para su padre, Óscar Sáez, oriundo de Yumbel, este logro no era solo una victoria más, sino la culminación de años de sacrificio, esfuerzo y sueños compartidos. Hace más de 20 años, Óscar se encontraba en los terminales de El Melón, en la región de Valparaíso, despidiendo a su hija, quien comenzaba su travesía hacia el fútbol profesional jugando por las divisiones menores de Unión La Calera, club que la acogió y la hizo surgir como futbolista.
A pesar de su orgullo por Yumbel, la historia de Camila y Óscar tiene sus raíces en La Ligua, donde Óscar, un profesor agrícola apasionado por su profesión y por el fútbol, había llegado en 1985 en busca de nuevas oportunidades, tras años de haber recorrido distintas localidades del país practicando y desarrollando la docencia. Fue allí, trabajando en el Liceo Agrícola de Longotoma, donde conoció a Leonor Oyaneder, quien se convertiría en su esposa y madre de Camila, nacida en octubre de 1994.
En aquel entonces, nadie imaginaba que la niña que decidía soñar en grande en un entorno lleno de obstáculos y discriminación por sus ganas de practicar deportes entre hombres se convertiría en un ícono del fútbol nacional. Desde pequeña, Camila desafió los convencionalismos de género impuestos por la sociedad. En sus primeros años, fue objeto de discriminación por querer jugar fútbol y tenis con los niños, algo que en aquel tiempo era mal visto. Sin embargo, nunca flaqueó.
Consciente de su potencial, su padre la alentó a seguir sus sueños sin importarle las barreras sociales. Para potenciar su talento, la llevó a la escuela de fútbol femenino de Unión La Calera cuando apenas era una niña. Allí empezó a forjarse la futbolista que hoy es reconocida mundialmente.
A los 15 años, Camila disputó su primer Mundial Femenino en Trinidad y Tobago, lo que la catapultó al reconocimiento internacional. Dos años después, con tan solo 17 años, representando a Everton de Viña del Mar, llegó a la final de la Copa Libertadores. Aunque esa vez no pudieron conquistar el trofeo ante Santos de Brasil, el destino le tenía preparada una revancha. Al año siguiente, con la camiseta de Colo Colo, logró lo que parecía impensable: conquistar la Copa Libertadores 2012 con un equipo que se había formado apenas cinco años antes, convirtiéndose en el primer equipo chileno en ganar este prestigioso torneo a nivel femenino.
A pesar de su tremendo ascenso en el fútbol, su padre la instó a que estudiara una carrera universitaria en paralelo a los títulos que estaba ganando con Colo Colo en el campeonato nacional. Gracias a ello, obtuvo su diploma en Ingeniería en Administración de Empresas.
Hoy, 14 años después de su primer trofeo internacional, Camila ha logrado 12 campeonatos nacionales y ha dado el salto a Europa, donde ha jugado en clubes como Rayo Vallecano, Deportivo Alavés, Madrid CFF y, desde mediados del año pasado, en el West Ham United de Inglaterra, el país donde nació el fútbol.
Camila continúa cumpliendo su sueño, llevando consigo el orgullo de su padre y el legado de una historia construida con esfuerzo y pasión.
El pasado 22 de febrero, cuando vio a su hija alcanzar este nuevo logro con la selección, Óscar Sáez, mientras alentaba efusivamente desde las gradas del estadio con su pancarta representando la comuna de Yumbel, sabía que no solo se celebraba un récord. Se celebraba una vida dedicada al fútbol, al sacrificio y a los sueños cumplidos.
Camila Sáez, la niña que alguna vez soñó con jugar en Europa, en 2019 entró al grupo de las mejores mujeres futbolistas del mundo y hoy es un ejemplo de tenacidad y orgullo para Yumbel y para todo Chile.